Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de marzo, 2011

La Caravana

En medio del viaje agotador, del hambre, de la desesperanza por no saber cómo ni cuándo llegarían,ellos tuvieron un relámpago de esperanza. La caravana transitaba el monte como otra hilera de hormigas que el sol hiere constante, a pesar del techo de ramas polvorientas que los cubría en su peligroso y secreto viaje. Los hombres cabalgaban silenciosamente mascando tabaco, hojas de coca y sus recuerdos en esos senderos ocultos, avenidas de indios y bandoleros. Solo las carcajadas de una mujer madura y borracha rompían de vez en cuando con la circunspecta prudencia de los viajeros. En medio de su éxodo tuvieron –como dijimos- un encuentro que les permitió sentirse esperanzados. Se toparon con un aborigen wichi que caminaba despreocupado por el monte y que extrañamente no se previno de ocultarse ni huyó al oírlos cerca de su camino. Luego que le rogasen por comida éste les respondió que no, que viesen cuan delgado él estaba, que esa no era una tierra de buena caza. Solo sol, mucho sol,

El Árbol de la Memoria (Tercer Relato de la Serie de los Silencios)

En Bermejo existe, oculto tesoro de sus habitantes, un árbol que permite ganar una especie de libertad o al menos de paz. Hay, cerca de la escuela del pueblo, un árbol que arranca los recuerdos de la mente de todo aquel que pase bajo su copa y sienta, en el rostro, su fresco rocío, en los oídos su rumor de hojas de un tono bajo pero obsesivo, un murmullo como de mil lenguas que, fríamente, criticasen al vecino que pasa cerca. No es posible saber con certeza como opera el prodigio. Si es gracias al hipnótico rumor de hojas de voces ajenas y cantarinas, si es el rocío que refresca al punto de quitar todo pesar… No se sabe. La corteza del árbol tiene extraños nudos reconcentrados, como viejos tumores torturados a lo largo de su superficie que varía desde todos los matices del marrón al negro más oscuro.  Es notorio que hay signos en sus hojas y tronco, que dan cuenta del extraño portento que tiene al árbol como epicentro. El árbol es añoso, largamente centenario. Es seguro que ya e

La Maquina del Olvido (Primer relato de la serie de los Silencios)

Thomas observó la jauría ruidosa desde la ventana de la torre. Atados en cada extremo de su terreno, en cada árbol, atados también en la ornamental reja de hierro que protegía el jardín. Los perros ladraban y se enredaban liados en sus cadenas creando un increíble caos, un ovillo de músculos, hierro, pulgas y aullidos casi humanos en su irracional desesperación. Thomas observó este espectáculo y vio otra cosa. Él disfrutó del orden simétrico con que los había dispuesto, disfrutó de su diseño, de su organización, gozó la seguridad conquistada. De repente sintió un piedrazo que chocó contra su tejado de tejas de madera impermeabilizada que había obtenido gracias a encargarlas explicitando paso a paso su diseño a uno de los toscos carpinteros de Bermejo. Furioso descendió para reprender a los chicos del pueblo (arriesgándose a ser repelido a piedrazos e insultos como en otras ocasiones) y cuando estaba abriendo la puerta se encontró, con el cura del pueblo en su puerta. La sotana arenos

El Silencio (Segundo relato de la serie de los silencios)

Esa mañana salió a la calle sintiendo aun un poco mas de angustia que el día anterior.  Caminó por las calles tranquilas, desperezábanse ellas también conforme avanzaba rumbo a la escuela, al hormiguero que se preparaba a recibir a ese batallón desordenado de niños silenciosos, uniformados de blanco. Ingresó junto a muchos otros al edificio y en su memoria se grabó (quizás como todos los días) la imagen del edificio monumental, de sus paredes solidas de una argamasa que llevaba años descascarándose pero continuaba dispuesta a persistir solida, implantada en la geografía, en las entrañas, en el frágil esqueleto del pueblo. Parado en medio de una de las innumerables hileras de alumnos recitó verso tras verso de las varias marchas escolares de todos los días, gritándolas rítmicamente junto a sus compañeros, sin ninguna melodía pero haciendo retumbar las paredes como quien se espabila, expulsando el frio y los temores con cada exhalación. Luego marchó apresurado junto con el resto de su